Hoy llevamos cascos, gafas, agua, guantes y todo lo necesario para realizar una ruta sobre ese mecanismo de dos ruedas, accionadas por pedales: la bicicleta.
Las hay negras, rojas, verdes o amarillas, con amortigüación o sin ella, grandes o más pequeñas, modernas o algo menos, pero todas ellas nos llevan hacia una buena tarde de disfrute, distendida y amena, en una estela procesional multicolor.
El puente romano fue el punto de encuentro del grupo (24) para iniciar el recorrido, que transcurrió por el paseo del río Miño, en dirección hacia la depuradora de aguas residuales situada en Nadela.
Realizamos algunas paradas en las que Eduardo nos explicó entre otras cosas: el funcionamiento de los cambios, la correcta altura del sillín o la conducta del ciclista sobre la bicicleta. Hay gente en el grupo que ya tiene experiencia y mucha práctica rodando, pero otros no suelen andar mucho en bici o hace tiempo que no lo hacen y viene bien aprender o aclarar conceptos.
Avanzamos por el sendero que discurre pegado al río en una fila que trata de ser de a uno y sin separarnos demasiado entre unos y otros, aunque a veces esta disposición resulta inevitable romperla. Practicamos durante el recorrido con diferentes combinaciones de platos para comprobar las diferencias entre unas marchas y otras. El ritmo es relajado y el ambiente del grupo sensacional.
Tras unos 6 kms aproximadamente llegamos a la depuradora. Allí intentamos subir una rampa bastante pronunciada utilizando para ello el plato más pequeño. Esta actividad resultó más intensa y aunque la mayoría consigue llegar hasta arriba, algunos tuvimos que desistir cerca del final.
El camino de vuelta lo realizamos un poco más rápido, pero por lo menos en mi caso, con una sonrisa de oreja a oreja. Había rodado alguna vez con grupos numerosos, pero nunca con uno tan grande en el que todos nos conocíamos y por un entorno natural (no urbano). La experiencia fue extraordinaria. ¿cuándo repetimos?
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